Autobibliografía es una sección que trata sobre los libros que han tenido alguna función formativa para mí. De una forma u otra han sido libros de importancia.

The Coming of the King: La humanización del mito

Autor: Nikolai Tolstoy

Esta es una novela sobre Merlín.
Es una integración de muchísimas fuentes celtas sobre el personaje Merlín, que tanta tinta ha causado que fluya.
Este Merlín está basado en el Romance de Taliesin y está en el contexto del reinado de Maelgun, dos o tres generaciones después del rey Arturo.
La primera parte del libro trata sobre el nacimiento y diversas iniciaciones de Merlín. La segunda narra una gran batalla entre bretones y anglosajones, en la que se dan cita campeones de ambos bandos.
El trabajo de Melín, por supuesto, es asegurar el triunfo del dragón rojo por sobre el dragón blanco, y para esto debe hacer una serie de viajes de gran peligro  en los que es ayudado por Gwendyd, su otra mitad.
El libro es una gran serie de alusiones y referencias cruzadas, usualmente por encima de mis conocimientos de mitología céltica, pero que me han dado gran placer al ir resolviéndose de a poco.
El símil del tablero de gwyddbwyll para el quehacer terreno y la eterna batalla de Gwynn mab Nudd y XXX por el amor de Creydyllad son un recordatorio constante de que el drama en que actuamos es a la vez un juego, dominado parcialmente por la estrategia y las decisiones y parcialmente por el azar, pero a su vez el azar contiene patrones. También es un recordatorio de que lo alto vence a lo bajo, pero que no es fácil y que lo alto y lo bajo están muy cerca a la hora de las batallas entre ellos.
Un personaje particularmente bien pintado, entrañable en su aparente rigidez y sequedad —que no son tales— es el tribuno Rufinus, soldado profesional de gran talento y humildad comparable, que personifica las grandes y sencillas virtudes romanas, y que es instrumental en el desenlace del libro. Rufinus me recuerda en sus virtudes a mi gran amigo Alex Rettig. De hecho, en mis imágenes mentales cuando leo este libro, Rufinus tiene la cara de Alex.
En el eterno juego de los intertextos, este libro enlaza con libros que me son caros: el Kalevala, que está aquí en la página”.-    El Kalevala” on page <?>; el Beowulf, que casi llega a esta lista, el Mabinogion, que aparece en la página <?> y múltiples libros arturianos. Curiosamente tiene poco de similar con las múltiples vidas de Merlín que hay.
Circunstancias del libro
Maurizio Pezzoli es el culpable de haberme regalado este libro, a principios de la década de los 90, lo que fue razonabalemente rápido, ya que el libro es de 1989.
Como suele suceder con las relecturas, el significado ha ido variando, desarrollándose y profundizándose con casa pasada por el libro.

Citas

Por razones de espacio omito el original y pongo sólo la traducción en las siguientes citas.
Reflexiones de Merlín sobre el azar y el destino.

El mundo de los hombres no es sino el juego de gwyddbwyll de los dioses. El movimiento de las pizas en el tablero al inicio del juego etá retringido por las leyes que Tú estableciste al inicio con Tu Mano Segura. Sin embargo aunque las piezas sean pocas y las reglas tan simples que un niño pueda dominarlas, la multiplicidad de movidas que pueden ser hechas es innumerable como las hojas de un bosque.
¿Significa esto que el juego no tiene ni patrón ni significado, ya que cada tirada de dados multiplica por miríadas las movidas que se pueden realizar? Es improbable que sea así, me parece, ya que todo juego debe finalizar. Ya que el fin está necesariamente determinado desde el inicio del juego, así cada tirada descuidada de los dados juega su rol inconscientemente en que el fin suceda. Así como el Adanc de la Profundidad rodea la tierra, así el tiempo se dobla hasta que rodea todo aquello que Gofannon mab Don creó al inicio de la creación; con sus estrellas para nuestros deseos, con su sol y su luna.
Decimos que tirar los dados no es sino una afirmación del azar, ¿y no es el azar ciego, no favoreciendo ni la creación ni la destrucción, ni la mantención de la verdad de un reino ni su destrucción por la hambruna o las incursiones de lso enemigos? Así dicen los hombres, pero en muchos temas son los mismos hombres los que parecen ser ciegos. Porque ¿no puede ser el azar el que prueba y ordena los elementos desordenados; el azar, el explorador y ordenados de lo informe y desordenado? Una rama podrida cae de un árbol, rompiéndole el lomo a una cabra que pace en el prado bajo ésta. Fue azar que la rama se rompiera en ese instante y no en otro; fue el azar el que trajo a la cabra a pastar en ese lugar en ese momento y no otro. Pero ¿fue el azar el que los trajo a ambos a hacer ambas cosas a la vez?
Toma ese dado que ahora agitas para acá y para allá en tus manos unidas, Oh rey. En cinco lados ves ascendiendo en grupos sucesivos los puntos numerados; sólo el quinto es una runa, que es la letra B. ¡Tira el dado seis veces en sucesión!  Bien, tienes seis números que deben caer entre uno y seis: 1, 3, 5, 2, 2, 6. Ahora, cuenta las instancias en que el número obtenido es igual o menor que tres, y llámalo el Número Dorado. En este caso, como ves, hay cuatro números de esos. Ahora repite con seis tiradas más y haz un nuevo Número Dorado que es el conteo de las instancias en que el número obtenido es menor o igual al Número Dorado anterior. Has tirado 3, 3, 2, 1, 1 y 4. Todos son iguales o menores que cuatro, así es que tu nuevo Número Dorado es la suma de todos: seis. Continúa tirando y contando de esta manera y encontrarás que el Número Dorado continuamente cambia de dirección a 0 o 6, oscilando con la regularidad de la salida y la puesta de sol.
A pesar de que cada tirada tiene un resultado al azar, y el camino del Número Dorado varía al azar, la obtención regular de 0 y 6 es tan inevitable como el movimiento de las mareas. El azar varía el camino en varias formas, pero el objetivo es sin embargo inescapable. De esta manera el azar determina el resultado anticipado. Considera acuciosamente, Oh rey: ¿Cómo pueden ser estas cosas? Porque el azar es caótico, y lo que está determinado es ordenado. ¿Es posible que el caos sea orden, y lo que está destinado esté regulado por el desorden? los dados te dan la respuesta, aunque los tires a todo lo largo de un día de verano.
Tampoco es esta toda la interacción de azar y necesidad que se encuentra tirando dados. Llamamos lo que goierna la caída de los dados “azar” Pero ¿es en verdad así? No está la caída governada por movimientos o asperezas de la mano y los dedos que, aunque sean demasiado secretas y sutiles para que las detectemos, no están sin embargo en cada detalle determinadas? En verdad puede ser dicho que el azar y lo predestinado están tan inextricablemente imbricados como lo está la madreselva alrededor del arbusto de endrino.
No es dado a los hombres mortales ver el comienzo y el fin del tiempo, sino sólo a los dioses inmortales. ¿Como podemos entonces, hijos e hijas falibles del tiempo, ver otra cosa que confusión en todo lo que se ha alzado de las nueve formas de los elementos que eran al principio? Reglas debe de haber; pero ¿cómo podemos nosotros, que entramos al juego de gwyddbwyll cada uno en su generación para retirarse con el juego aún sin jugar, saber de verdad qué reglas prevalecían al comienzo, y si juegan algún papel en las fluctuaciones de la lucha?
Difícil es contestar esta pregunta, aunque se consulten los libros de llyfyrion y los preceptos de los druidas por cinco edades de cinco períodos. Porque ¿no somos parte del juego, y cómo puede aquello que es una parte contemplar el todo? Pero si no podemos contemplar el juego completo, al menos el awen del poeta y del profeta está sintonizada a la conciencia: conciencia de la presencia de los nueve elementos de la creación, las reglas del juego que gobiernan la creación, y el propósito de Él cuyo Seguro Brazo abarca todo ha puesto en el tablero y en las piezas que se mueven en él.

La ascensión desde Annufn con Gwendyd.

Y cuando el tiempo de la consumación nos llegó, nuestros cuerpos eran un cuerpo, unidos en la tibieza y la humedad, una semilla dentro nuestro, al igual que nosotros provenimos de una semilla única y amamantados por un único pecho. Con nuestros cuerpos, desnudos y tibios, entremezclados en una confusión de deleites, estaban nuestras mentes mellizas unidas similarmente. Era como si el cielo y la tierra fueran uno una vez más, como lo fueron en tiempos anteriores antes de que la soberbia del hombre condujera a su separación. Nos habíamos disuelto en ese tiempo que no tiene inicio ni fin, pade ni madre, hermano ni hermana, ni género, ni especies ni las nueve formas de los elementos. Merlín ya no era un hombre, ni ya una mujer mi Gwendyd: hombre-mujer, elemento de las nueve formas de los elementos éramos.
Largas serpientes enrollándose y retorciéndose juntas, indistinguibles como aquellas en mi báculo de guía. Larga fue la lucha, el Dragón Rojo a veces sobre el Blanco, y el Blanco sobre el Rojo; hasta que el rojo obtuvo dominio sobre el blanco, cumpliendo así la profecía de Prydein que nace de esa unión. El sol rojo se había alzado, y la pálida luna en su gentil belleza habia sucumbido suavemente al vigor caliente de su amanecer, dejando caer un rayo pálido sobre el cabello rojo y oro de mi amada sobre la almohada.
Mi descenso a la cueva del mundo y mi unión con Gwendyd me habían retornado al abismo del caos antes de la creación del mundo, el caos del útero de mi madre; y así por un espacio todas las cosas se revirtieron  a sus inicios. Desnudos, estábamos libres, y en nuestros susurros eróticos todos los codigos sociales fueron rotos. No estábamos lejos de la disolución de la muerte, y sin embargo es ese el momento también de la regeneración y de la creación. Así será cuando, al final de nuestras luchas terrenas, lleguemos al eterno refugio de Caer Sidi. Porque allí —dicen— hay una gran casa en la que esperan mujeres de rara belleza: una cama para cada pareja, incluso tres veces nueve camas.
Después de que el largo momento de sueños pasó, yacimos lado a lado, mirándonos con gran ternura a los ojos. Ahora el cielo y la tierra estaban eparados, pero enlazados inseparablemente por el Árbol que se alza desde la tierra al Cielo. Fue por el paso de ese Árbol que alcancé la iluminación. Ida estaba mi unión de olor y sentimiento con las bestias, entre las que gruñí y dancé en nuestro rítmico recorrido del laberinto. Me había alzado, enhiesto y firme, mi cabeza en la brillante luz del día. En tí, mi más querida Gwendyd, busqué y encontré invención y comprensión. Estaba poseído por una claridad de visión, fría como una catarata, elevada como un halcón, amplia como el arco del cielo a mediodía. Tú me diste todo eso, mi hermosa hermana, y fuiste tú quien me trajo a salvo del Pozo de Annufn en el que caí y casi perecí. Ni todoas las aguas del Océano cruel pueden lavar una palabra o un movimiento de mi mente. Ah, !pero es doloroso ahora!
Ahora fue mi hermana Gwendyd quien me guió ileso desde la guarida del Espectro-gamo. Sólo yo de entre todos los hombre he penetrado en los Salones de Annufn y emergido una vez más al aire superior. Pero sin el auxilio de Gwendyd, mi pura y blanca estrella, habría vagado por toda la eternidad entre sus retorcidos túneles; perdido en la red, la araña muerta en su centro. Primeramente, ella se arrodilló para besar la almohada que aún tenía la impresión de nuestras cabezas, labio a labio, como lo habían estado toda la noche. Luego tomó mi mano y, con un dedo en sus labios y siempre mirándome a los ojos con una sonrisa, me llevó a la puerta de nuestra cámara.
He dicho que cuando mi hermana vino por primera vez a encontrarme através de la piel del Espectro-gamo abatido llevaba en su blanca mano una rueca, alrededor de la que estaba enrollada una bola de hilo de lino. El hilo yacía en el suelo rocoso, extendiéndose hacia adelante, hacia la oscuridad. Fue esto lo que seguimos a través de túnel espiral y escalas empinadas. Me pareció que con todo lo que caminamos sólo estábamos pasando el tiempo, porque frecuentemente, una y otra vez divisé algún esqueleto de piedra en la pared, o imágenes pintadas en su superficie, que estaba seguro habíamos pasado antes.
Pero confiaba en mi Gwendy, y con ella nunca estaba perdido. La presión de su mano parecía decir que adivinaba mi pensamiento y me reconfortaba. Y a medida que avanzábamos la bola de lino rotaba alrededor de su rueca, recogiendo el hilo en convoluciones anudadas tan intrincadas como el laberinto por el que andábamos. Pasó por mi mente que por la memoria de los nudos uno puede recordar las vueltas pasadas y las por venir. Miré a mi alegre doncella de pelo castaño para ver si esto podría ser así, y la radiente mirada que ella devolvió a la mía entregó el conocimiento que buscaba.
La rueca de Gwendyd brillaba en la cruel oscuridad como el camino plateado de Gwydion, y el largo de ese camino lo caminamos juntos. Cuantas edades de años viajamos por esa ruta no es fácil de decir. Duro es el camino y cansados estábamos mi hermana y yo. Pero, ¡oh, el dolor en los cimientos de mi corazón cuando miro hacia atrás a ese momento! Hay una ruptura entre nosotros ahora, Gwendyd y yo, desde el asesinato de Gwasawg, y yo solo en el bosque nevado con los lobos por compañeros. ¡Qué no daría por estar de vuelta allá, bailando a tu lado, tu mano blanda en la mía, tu lado redondeado siempre apoyado, tu ojo brillante mirando! Pero un océano de tiempo fluye entre nosotros que no puedo pasar, sin embargo no puedo olvidar nunca.
Notamos que el fin al fin se acercaba, ya que mientras ascendíamos a través de las doce casas de Annufn el lino enrolló su extensión. Calculando los nudos y sus elementos intrincados podría verse que la longitus el hilo es la longitud del número contenido en el cuadrado ROTAS-SATOR, y que cuando ese número sea dicho, la rueca habrá obtenido su plenitud. Entonces, según imaginé, comenzaría nuevamente un desenrollarse por un tiempo igual, y así sucesivamente por todo el tiempo que el hilo esté destinado a rotar alrededor de la rueca.
Hacía frío, frío en los salones y túneles de Annufn, pero me había vestido con la maloliente piel del monstruo abatido y más —mucho más— estaba tibio en el amor de mi hermana Gwendyd. Ah, aunque lo lo diga cien mil veces no podría narrar la extensión de mi amor por tí Ni todos los hechizos de druidas y encantadores podrían extinguirlo, ni siquiera la potencia de la capa de Manawydan mab Lir misma.
Alrededor nuestro en el túnel ventoso estaba el sonido de risas y canto, dulce como aquel que se alza de las cuerdas encantadas del arpa de Teirtu. Mirando hacia atrás, diviséatrás en las sombras una procesión de celebrantes felices que nos seguían saltando ágiles como monos, gráciles como las serpientes plateadas que serpenteaban entre ellos. Habían tejones, zorros y martes de pelo sedoso que viven en el cerro sagrado de Dinleu Gurygon. Ahí también, saltando entre la comitia serpenteante saltaban maravillosas bestias del abismo: ranas de afilados picos, dragones con abdomen de ballenas, jabalíes de cresta dorada y otros demasiado extrañamente multiformados para describirlos.
Sobre estas criaturas reinaba la armonía de la danza. Borrachos, lujuriosos y regocijantes estábamos, fuéramos serpientes, bestias o humanidad. Me pareció que muchas de las criaturas que jugaban en salvaje abandono no eran sino hombres con máscaras en sus caras, incluso como yo, Merlin Mab Morfryn, llevaba la cabeza y piel del gamo. Era solamente Gwendyd, sonriente y hermosa a la caveza de nuestra mareada procesión, que pertenecía a la raza de los hombres, descendientes de Don nacidos de la diosa. Reí en abandono y su amado ojo reflejó mi salvaje risa con la profundidad y la calma de un lago de montaña de color café que mira hacia arriba desde la protección de precipicios rocosos al cielo apurado y las nubes deshilachadas.
Habíamos escapado del lugar de la muerte: el laberinto cerrado del espectro-gamo de cuyas circunvoluciones no hay escape, y cuyo sendero retorna siempre al punto de partida. Hic inclusus vitam perdit. Éramos conducidos al aie claro por la guía hábil del hilo de Gwendyd. Nuestro camino era el camino de un espiral ascendente, la vía a la cámara iluminada. Era el amor, la estrella pura y brillante, que me conducía volando por la escalera espiral. Sin errar, el hilo de Gwendyd dibujaba el espiral encantado cuyos círculos aflautados conducían a través de todo lo que existe, sostenidos por Tu Brazo Firme y Mano Infalible Maestro brillante de todas las artes y habilidades.
A través de la sinuosidad serpentina de conchas de caracol, fibras de árbol retorcidas y venas de insectos, el camino avanza en curvas. Traza en forma directa y circumambular las huellas de las más diminutas celulas de polvo viviente, motas vivas moviéndose dentro de las aguas primordiales; y se alza en los cubiertos músculos del hombre, protección que cubre y es fuerte como las murallas que rodean la fortaleza de un rey alrededor de cada órgano de su cuerpo. Incesantes son las olas que se retuercen en su flujo entretejido, río alrededor de una fortaleza real, corriente del océano que rodea las esquinas de Caer Sidi. La corriente en constante flujo contiene en enaid en su semilla, a través del que se transmiten las mentes de los hombres a través de sucesivas generaciones de nacimiento y renacimiento.
El tiempo es lo que cambia todas las cosas, y ¿qué es el sinuoso hilo de Gwendyd sino el trazo sedoso del tiempo? No el tiempo mismo puede enderezar los eternos círculos de la existencia, sino que siendo él el elemento esencial dentro de los nueve cambia el curso curvilíneo de la creación. De esta forma no devora su propia cola, como el destructivo Adanc que rodea el globo, sino que yace en rizos espirales, como aquellos inscritos en los poderosos monolitos de las tumbas de nuestros ancestros en las costas del mar del Oeste, o que se curvan detrás de la oreja de Gwendyd.
Pero para aquellos dentro de quienes está el bendito regalo de la awen, que mastican carne de cerdo y se inspiran, les es dado ver que el túnel, si bien es infinito, yace enrollado sobre sí mismo. Aquellas vueltas que han sido no yacen detrás de nosotros, sino a nuestro lado; no pasadas, sino paralelas. La ascensión al Centro es dura pero no es larga para aquellos que descubren el camino. Transparentes para ellos, los videntes que duermen en pieles de ternero amarillas, son los muros de las sucesivas revoluciones. Transportados por su awen al centro, todo lo que pasa por el desenrollado infinito es perceptible como imágenes que se alzan en la retorta de vidrio del profeta.
Los hombres se maravillan de que yo, Merlín mab Morfryn, que enfrentó a Gurtheryn el flaco al lado del pozo del dragón, haya en tiempos de los nietos de Gurtheryn realizando encantamientos para Arturo el emperador; y que tres largos reinados después de la masacre de Camlann, estaba aún cantando ante el rey Gwendolau e las cortes del norte. Más, mucho más que esto he visto: yo, que estaba en Caer Nefenhir cuando el pasto y los árboles combatían una guerra cruel, que estuve encerrado en el muro con Dylan Eil Ton, y que fui tan cruelmente herido por Goronwy de Doleu Edruwy.
Pero hubieran ellos visto lo que yo he visto, dejarían de maravillarse. Está la carretera larga, que es el cansador camino que recorren. Esa es la carretera recta y polvorienta por la que mi amigo Rufinus marcha cn todas sus legiones: desde la fundación de la Ciudad y el nacimiento del niño Cristo-Mabon, y la coronación de cónsules y empradores. Es el camino, también, de los monjes negros de Meifod qe me odian, con sus crónicas del paso del tiempo, en ciclos de cuarenta años y cuarenta y cuatro.
En la corte del rey Ryderch al lado de su hogar llameante se burlan de mí, vagabundo sin hogar en el bosque de Celyddon, compañero sólo de ciervos salvajes y lobos en el yermo de Godeu. Sin embargo ¿cuál es su camino sino una línea sin inicio ni fin, salvo en horizontes más allá de lo que se puede obtener? Nuestra escalera espiral, la de my Gwendyd y yo, es la rueca giratoriaque pasa por la vuelta. Se une al brillante clavo de lso cielos a la cabeza de Bran que es el ombligo de la Isla de los Poderosos. Es el árbol cuyas raíces se esparcen por la tierra y cuyas ramas cubren los cielos.
De la corteza en su base se alimentan cabras cuyos cuernos forman anillo tras anillo año tras año. ¿Como hitos en los calendarios de los encapuchados, gritas? ¡Aha! año tras año crecen de hecho, y los anillos de hecho pueden marcar su paso. Pero hay una espiral dentro del cuerno y una curva generatriz que es la espiral mayor, y la mayor refleja la menor en su perfección.
Mira, también, las amplias astas del ciervo que brama en su orgullo desde la cumbre de la montaña de Newais, proyectando su amplitud de puntas afiladas hacia el cielo. ¿Qué ves? ¿las ramificaciones irregulares de un olmo azotado por el viento y sin hojas? Y ven conmigo, donde en el frío bosque de Celyddon pasto al lado de mi rebaño del líquen que crece en las rocas en la nieve. Mira de cerca: Las puntas retorcidas se expanden sin confusión corrupta, dentro de su abrazo arqueado yace la perfección de una esfera.
Así la escalera espiral abraza toda la creación dentro de las nueve formas de sus elementos. Alrededor del árbol que nos une en el espacio y tiempo vacíos  el saúco y el lúpulo ascienden por el tibio camino de la mano derecha del sol, mientras que la madreselva lo hace por el tenebroso camino de mano izquierda del encantador, mientras que el ajenjo lo hace ora por uno, ora por otro. Puede que no haya sino una comprensión de todo lo que es: comprensión de lo que es de diferentes naturalezas, la de la espiral levógira y de la dextrógira.
¡No importa! Aunque nunca nos veamos en el camino, los cursos en espiral corren desde el rizo de Gwendyd en hilos paralelos, cuyo color no debe ser examinado por el Portero en la Puerta. Alrededor de su rueca refulgente pasamos hasta que el hilo se haya desenrollado y el enrollado comience nuevamente. Ahora sabes lo suficiente y más que suficiente de lo que he visto durante mi éxtasis en la árida montaña. No es difícil adivinar que la rueca de Gwendyd es una con el poderoso camino de Gwydion, estrellado ceñidor del firmamento. Alrededor de ese cinturón constelado de pedrería rueda el carro de Beli, glorioso león de los cielos de flamígera melena., mientras las lámparas del cielo danzan su rutilante vuelta espiral en la cámara del vacío. Y cuando el carro de Beli ha completado su circuito del camino de Gwydion, entonces una era de la creación está completa.
Y así nuestra danza de desenrollado y enrollado llegó a su climax. Nosotros, que nos habíamos unido en la corriente subterránea de la muerte que fluye en la profundidad estábamos ahora emergiendo a la luz que brilla sobre la cumbre de la montaña. Mirando con miedo sobre mi hombro, vi que sólo yo seguía los pasos de Gwendyd. La compañía variopinta que había girado con nosotros en armonía de saltos había ido quedándose atrás uno por uno, en el tortuoso ascenso. Sus máscaras abandonadas en la escalera, habían retomado sus formas bestiales de pelo o escamas de las que habían intentado desprenderse. Otros, aún menos afortunados, habían vlado de vuelta al abismo, revoloteando como murciélagos que chillan por los árboles que techan los salones de los muertos.
Sólo yo sobreviví. Que lo haya hecho no se debe a habilidad o coraje algunos de mi parte, sino a la mano salvadora de la doncella que vivía por los rincones más oscuros del pozo de Annufn. Ella fue quien me dio fuerza para prevalecer en mi lucha con el Espectro-gamo, y ella quien me había llevado por la escalera espiral al mundo superior. Su pureza y verdad de doncella, el gwir dernas que es del rey cuando se casa con la doncella soberanía de la tierra, fue mi segura guía y protección. Aquellos que deseen emerger incólumes desde el Laberinto de Annufn deben deshacerse de todo impedimento de deseo basal y riqueza mundana, porque su sendero tortuoso es demasiado rugosamente rocoso para ser atravesado por aquel que lleva una carga inútil —sean libros o deseos mundanos— sobre sus hombros. Para escalar la espiral de la serpiente indemne es necesario convertirse en la serpiente, deshaciéndose de pieles viejas que son ciclos de eras del mundo tragadas por remolinos negros en las costas de un mar sin sol.